La circunstancia de que Cuba, independizada ya la América continental del dominio español, continuó como colonia durante todo el siglo XIX, repercutió en que para muchos de sus pensadores y escritores, los cuales soñaban con la emancipación y cambios fundamentales en la vida del país, la cultura griega antigua, iluminada por las luchas libertarias contemporáneas, adquiriera una especial significación.
Si como hombre de su época, José Martí (1853-1895), quien consagrara su vida en pos de la libertad de su patria y fuera, a su vez, una de las figuras cumbres de las letras hispanoamericanas, no era ajeno a la visión imperante en torno a la Hélade, no hay en él aceptación acrítica, sino un entendimiento personal que le permite romper convenciones. Martí asume la cultura de la antigua Grecia, iluminada por el batallar libertario de su época, a partir de su propia óptica profundamente americana y humanista, de modo que la lección de lo que él llama “lo griego” se implica en su concepto de revolución entendida esta como “magnánima y pensadora”.